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REVISTA VILLENA 1996

 REVISTA VILLENA 1996

UN INTENTO EN VILLENA QUE NO PROSPERÓ



 

 

 

 

 

 

 

 Las Fiestas de Moros y Cristianos que se celebran en honor de Nuestra Patrona, la Virgen de las Virtudes, han adquirido tanta relevancia que, en opinión de numerosos conciudadanos, la exclusiva dedicación a ellas actúa en detrimento de otras actividades menos lúdicas que sería conveniente potenciar.

Ello ha provocado, igualmente, que otros festejos populares hayan desaparecido, como la célebre carrera del pollo que tradicionalmente se conmemoraba durante la festividad de Santa Ana, o hayan atravesado difíciles momentos, como la de San Antón, recuperada este año por una entusiasta Asociación de Vecinos, a la que felicitamos por rescatar esta vieja tradición, que ya constituía para muchos un nostálgico recuerdo.

Los carnavales y la fiesta de San José, sufragada entonces por el gremio de carpinteros, se celebran de distinta manera, aunque con numerosa participación. Bien es verdad que estos son otros tiempos y otras circunstancias.

Pero nuestro propósito es evocar un singular acontecimiento, que si bien se realizaba esporádicamente, tuvo, en ocasiones, una especial significación:

 

LAS FALLAS.

La primera de la que tenemos noticia es la que en el año 1930, según se nos dice, se plantó en la plaza de Biar. Me informa Andrés Navarro Sánchez, «El Misino», que la comisión organizadora la componían su padre, Andrés Navarro Navarro, como presidente; Joaquín Ferrándiz Company, «El Blanco»; Ángel Sánchez Orgiler, «El Zorro»; Cristóbal, «El Blanquero»; Alfonso Tomás Martínez, «llorica», y Francisco Beltrán, «Cocal», entre otros. Me sigue diciendo que a él, con 18 años de edad por aquel entonces, le encargaron que se desplazara a Alicante y gestionara su construcción con algún especialista que, siendo benévolo en sus pretensiones económicas, tuviera el arte suficiente para que fuera tan digna como deseaban. Al llegar a la capital preguntó a unos señores, que le recomendaron el taller de un artista cuyo apellido recuerda que era el de Baeza. El importe que hubo que satisfacer por el trabajo fue el de 600 pesetas, y la cuota que voluntariamente aportaron los vecinos de 5, naturalmente pagadas en varios plazos dada la penuria económica de aquellos tiempos.

El motivo de la obra consistía, como se aprecia en el documento gráfico, aunque no con nitidez, en un pedestal con el busto de nuestro inmortal paisano Ruperto Chapí y el rótulo VILLENA A CHAPI.

Al pie del mismo había una niña como en actitud de ofrenda, y a izquierda y derecha, mirando de frente, dos populares villenenses: Antonio Martínez Hernández, más conocido por «Antón el Judío», que poseía innatas cualidades musicales y era un gran admirador del Maestro, y «El Chingo», vendedor de poleo.

De ellos dijo el destacado poeta local Don Antonio Marín Requena, en unos fragmentos de sus poesías «Elogio de Antón el Judío» y «Tipos de la calle, "El Chingo"»:

 



 

 

 

 

 

 

 

 Falla plaza de Biar 1930 (Archivo José González Pastor)

 

Antón es artista. Del arte divino la dulce ternura, en su alma embrionaria, despierta un prístino sentimentalismo que lo transfigura. ¡Quién sabe ese ingenio, guiado de joven, si de esa cabeza pudieron brotar las notas sublimes del magno Beethoven, las bellas sonatas del dulce Mozart!

 

¿Quién compra poleo? -Bajo un sol que abrasa se oye el ir y venir, el continuo ajetreo del Chingo que pasa vendiendo poleo. Con la espuerta al hombro, de un lado a otro lado, pasa «El Chingo» el día, cansino, agobiado, bajo el peso de la mercancía.

 

En la base, refiriéndose a Chapí, podían leerse los siguientes versos: probablemente escritos por quien me facilita la noticia:

 

HAY QUIEN LE ALABA POR GARRA,                              SON MUCHOS LOS QUE SE HONRAN

POR NOBLEZA Y POR TALENTO,                                     QUE HAYAS SIDO SU PAISANO,

PERO NO DA NI UNA PERRA                                             PERO PARA HACER LA OBRA

PARA HACERLE UN MONUMENTO                                 TODOS ESCONDEN LA MANO.

 

 

La sencillez de la falla no restó mérito a su realización; y la fiesta, con la colaboración de todo el vecindario, resultó extraordinaria. Juanica y Virtudes Francés, las «Moñicas», nos facilitaron noticias sobre otras de las que en distintas épocas se plantaron en el mismo lugar. Una de ellas, la de 1936, constituía una crítica a dos personas muy conocidas de aquel entorno. En la foto, que afortunadamente como otras se ha conservado, se aprecia a una mujer haciendo la comida en un hogaril de carbón. Al agacharse, un pícaro chiquillo le levanta la falda, y un tuerto le dirige una mirada que no se cuida en disimular. Después de nuestra guerra civil, ocurrió en una de las viviendas de aquella plaza un acontecimiento singular. Unos jóvenes, con sus guitarras, quisieron festejar a dos guapas hijas de uno de los vecinos, obsequiándolas con una serenata. No le agradó al padre, pues disconforme con ello, apareció en la puerta con una escopeta de caza disparando un tiro al aire que, como es natural, puso en fuga a los mozos.

 

Este fue el motivo que dio pie para construir una falla, con la ayuda de un artista de la localidad, que representaba la crítica de aquel hecho. Al pie de la misma colocaron el siguiente pareado:

Un incidente ocurrido en sitio desconocido. Inopinadamente comenzó a arder. La causa, según se comentó, fue que el padre de las chicas le prendió fuego, antes de que las campanas de la iglesia de Santa María señalaran la hora ritual de las doce de la noche.

El disgusto y la consternación fueron generales. Pero no solamente los vecinos del barrio aprovechaban la fiesta de San losé para quemar muñecos llenos de paja o broza que ellos mismos preparaban, sino que incluso lo hacían también cuando en el mes de mayo se traía la Mahoma de .Biar, costumbre ésta que ya practicaban sus ascendientes. Tenemos noticias de otra, segunda relación con la antigüedad, cuyo origen tiene una especial significación: la inauguración de una fuente pública, la del Garrofero, evitándose con ello que las gentes de aquella alejada zona, tuvieran que desplazarse hasta la plaza del Rollo para abastecerse de agua potable en la fuente de las «cañas», o tener que comprarla a un aguaor a perrica el cántaro.

El feliz acontecimiento tuvo lugar el 1de mayo de 1933, siendo alcalde D. losé Cañizares Domene.

 

El periódico «Acción Social», en su número 28 correspondiente al 7 de mayo aquel año, da cuenta del hecho. Dice se nombró una comisión y que todos vecinos contribuyeron, cada uno en relación con sus posibilidades económicas para que el acto revistiera la mayor brillantez. El importe de los gastos ascendió a la cantidad de 124'80 pesetas.

En la fotografía se contempla a dos os vestidos de villeneros a los que bautizaron con los nombres de Felipe y Antón; y un algarrobo, al que en Villena llamamos «garrofero», similar al que tuvieron que quitar para hacer la fuente. Aquella zona se denominaba la del “garrofal”, lo que induce a pensar que existir más de uno.

Al fondo aparece un guardia municipal, Jerónimo Hernández, conocido por el tío Jeromo, y que por aquel barrio era toda una autoridad, nunca mejor empleado el niño con camisa blanca que se observa en el centro, es Alfredo Rojas, que en aquel entonces tenía ocho años de edad, y al que hace unos meses el Ayuntamiento le otorgó merecidamente el honroso título de Hijo Predilecto.

 



 

 

 

 

 

 

 Falla Plaza de Biar, 1936 (Archivo José González Pastor)

 

La falla fue construida, terminaba diciendo «Acción Social», por el genial artista Manuel Muñoz, que ha demostrado una vez más su capacidad y gusto artístico».

En el año 1935, los vecinos de la plaza de Biar, Santa María y los de la «placetica» llamada de Bernardino, se reunieron para comenzar a realizar gestiones, con el fin de que el 19 de marzo del año siguiente pudieran celebrar con toda solemnidad la fiesta de San losé, plantando tres fallas a las que prenderían fuego al llegar la medianoche del día del Santo.

En el Diccionario Villenero de D. losé María Soler García, placetica es «diminutivo de placeta, que es a su vez diminutivo de plaza». El nombre de Bernardino a que nos referimos anteriormente, según el padrón municipal de aquel año, solamente existían en Villena y sus partidas rurales tres personas que llevaran este nombre, correspondía a Bernardino López Terrades, natural de Valencia, de 42 años, que cuando contaba 27 se estableció como comerciante en nuestra ciudad habitando la casa número 1 de la calle Palomar. Pero no solamente daba su nombre a la placetica, sino también a su esposa e hijos. Trinidad Tomás Martínez, su esposa, era una mujer alegre, vital, decidida y llena de ánimos, que contagiaba ilusión y entusiasmo a todos los que la conocían y compartían alguna tarea con ella. Gracias a su empeño, en 1935, con la ayuda de Josefa Martínez Domene, las hermanas «Campanillas» y de otras personas del barrio, colocaron la que se aprecia en la fotografía, que ellas mismas confeccionaron.

Se celebró una gran fiesta que culminó a las doce de la noche, prendiéndole fuego. No faltó, por supuesto, la música, el baile y el convite con las típicas pasta villeneras.

 

En otro documento gráfico que corresponde a la falla del año 1936, instalada como la anterior en la placetica de Bernardino, se observa como motivo central la torre de la iglesia de Santa María, incluso con el entrañable detalle de la campanica de la Virgen, trasladada allí cuando en el año 1888 fue destruida la Torre del Orejón, donde se encontraba; al «Tío Relojero», así se le conocía, componiendo el reloj, y al pie de la escalera a su mujer, con los brazos en jarras. Se trataba de un matrimonio ambulante que todos los años venía a nuestro pueblo. Recorrían sus calles dándose a conocer cuando ella gritaba: «Somos los mesmos del año pasao», y mientras él reparaba los relojes que su clientela le entregaba, ella, sentada en una silleta que portaba colgada en el brazo, se entretenía haciendo puntilla. A la derecha se representa a Andrés Espinosa, conocido por el apodo de «El Tío Jara», el hombre de la eterna sonrisa.

 



Falla Fuente dé El Garrofero, 1933 (Foto Calixto Díaz).

 

El apodo tuvo su origen porque su abuelo recogía leña para después venderla, y entre ella se encontraba un conocido arbusto que se denomina jara. Su familia, en principio, se resistía a dar la conformidad para que Andrés figurara como «ninot», aunque, finalmente, uno de sus hijos visitó el taller donde se estaba construyendo, y ante el enorme parecido con su padre y la dignidad de la obra accedió a ello. El letrero, único legible entre todos los que pueden verse en la fotografía dice: Si alguien me conoce así no lo diga entre familia, no vaya a pasar aquí lo mismo que en Abisinia.

A la izquierda, hay un joven con una palmatoria en la mano, en actitud de galantear a una buena moza. En la parte posterior, como se puede apreciar en otra de las fotografías, tres pedestales triangulares y dos dragones que fueron indultados y sorteados con el fin de obtener un beneficio que ayudara a amortizar los gastos que se realizaron. Es de justicia dejar constancia que fue construida por José García Navarro, extraordinario artista, en su casa de la calle hoy de José María Soler, n.º 25. El autor era hermano político de Antonio Díaz Domenech, «Pimiento». De la que se inauguró en la plaza de Santa María poseemos noticias más amplias. Los motivos son obvios. Mi padre, Vicente Prats Nadal, y Juan González Mayoral, eran presidente y tesorero, respectivamente, de la misma, y vocales, entre otros, Francisco Urrea Oliva y Joaquín Galipienso Navarro.

 



Falla Placetica de Bernardino, 1935. (Archivo Manuel López Tomás).

 

En «El Fallero», número único del boletín que se editó con tal motivo, un artículo titulado «Nuestra Falla», firmado por su presidente, especificaba con todo detalle los deseos y objetivos de los organizadores cuando dice «... que en años venideros pudiera tener esplendor y resonancia en Villena y pueblos cercanos, proporcionando con ello beneficios económicos al comercio y acercamiento espiritual entre los pueblos limítrofes». «... Otras fallas se alzarán -continúa diciendo- el mismo día en la calle del Palomar. (placetica de Bernardino) y plaza de Biar, y sus comisiones, como nosotros, han luchado con enormes dificultades para llegar a la meta; pero consecuentes y entusiastas, pueden hoy sentirse orgullosos de ser los iniciado-res de esta fiesta fallera que Villena entera sabrá agradecer, cuando en años sucesivos sean muchos los barrios de la ciudad que sigan la iniciativa de nosotros». La crítica que debía representar la falla no resultó de difícil decisión. Ya en el año 1930, la de la plaza de Biar había simbolizado la incuria del pueblo de Villena hacia uno de sus hijos más notables: Ruperto Chapí. A propuesta de D. Juan González Mayoral se acordó por unanimidad insistir sobre el mismo tema. «El Fallero» comentaba en otro párrafo:

 



 

 

 

 

 

 

 

 

 

Falla Placetica de Bernardino, 1936. (Archivo José González Pastor).

 

«El monumento que hoy tiene, ni es propio de su fama ni es digno de Villena». Uno de los primeros problemas -sin duda el más importante- que se le presentó a la Comisión, fue precisamente ente designar el artífice que interpretara fielmente sus deseos.

 



Falla Placetica de Bernardino 1936 (Archivo José González Pastor)

Vista Posterior.

Afortunadamente se contactó con el célebre y destacado artista alicantino D. Gastón Castelló Bravo, a quien rendimos homenaje con motivo de cumplirse en este año el X de su fallecimiento, con el que se firmó el contrato en Alicante el 25 de enero de 1936. El importe convenido fue el de 1.000 pesetas, pagaderas en tres plazos de 333 pesetas cada uno. El primero de ellos a la firma del contrato; el segundo en el mes de febrero y el resto una vez instalada la falla. Con el fin de contribuir a sufragar los gastos, se emitieron unas hojas que constaban de 53 cupones de 10 céntimos, con lo que cada persona se suscribía voluntariamente con las cuotas que deseaba satisfacer. También se rifó un juego de té para recaudar fondos que ayudaran a pagar el importe de la deuda.

 



Una carga de leña (Archivo Vicente Prats Esquembre)

 

El boceto de la monumental obra, rematado con una lira, se componía de dos partes como se aprecia en las fotos. En una de ellas, cuatro de las principales zarzuelas del genial compositor: La Revoltosa, La Tempestad, La Bruja y El Tambor de Granaderos, representadas por otros tantos de sus principales personajes. Al fondo, un gran monumento con la inscripción «VILLENA A CHAPI», y al pie del mismo un letrero con la siguiente frase: «Los personajes que el gran músico inmortalizó piden para su creador, en su pueblo natal, un monumento tan grandioso como sus obras».

En la otra, a la derecha, un forastero muestra su asombro al contemplar el insignificante busto del maestro con el que su pueblo honraba su memoria. En el centro, una doncella portando el escudo de Villena llama a los ciudadanos a toque de trompeta. A la izquierda hay una gran hucha con el siguiente rótulo: «Para el monumento a Chapí», y dos personajes que representaban tanto al obrero como al patrono depositando su óbolo en consonancia, cada uno de ellos, con sus posibilidades económicas. Alrededor figuran unos letreros alusivos al tema que no nos ha sido posible recuperar. A las doce de la noche del día de San José se prendió fuego a la falla. De la correspondiente a la plaza de Biar, ya hemos hecho mención anteriormente.

En la primavera del año 1946, ya se han cumplido 50, fue plantada otra en la placeta que se abre al final de la calle de la Rambla. En su número 131 estaba situada la bodega de Gaspar Tomás Conca, «Candileja», donde se reunían un grupo de personas en una grata tertulia, durante la cual consumían unas botellas de vino del que se elaboraba en la bodega. Entre vaso y vaso a alguien se le ocurrió la idea de construirla.

 

 



     

Bocetos Falla Placa de Santa María, 1936. Realizados por Gastón Castelló. (Archivo Vicente Prats Esquembre).

 

No tenían que realizar el encargo a nadie, porque entre los asiduos a la reunión se encontraba un excelente artista: el inolvidable Pepe Cortés. Él fue su autor, secundado principalmente por Pedro «El Americano»; Antonio Díaz Domenech, «Pimiento»; Teresa «La Gafera»; Virtudes Hernández, Anita Tomás e Isabel Cánovas, entre otros entusiastas colaboradores. No les llevó mucho tiempo concebir cuál sería el motivo de la misma. Estaban en una bodega, pues un cono; era la época del estraperlo, un tren, el 1.502; el escudo de Villena en la base, y dos personajes populares que habitaban por aquellos lugares y tenían relación con dichos elementos: Joaquín Pardo Bailén, «El Tano», y Antonio Beneyto Martínez, «Sofoca Ministros». El Taso era un muchacho que por entonces contaba 22 años y había nacido con deficiencias físicas y psíquicas. Los dedos de las manos estaban pegados unos a otros, excepto los pulgares que aparecían ligeramente separados.

 


Foto Falla Plaza de Santa María, 1936. (Archivo Vicente Prats Esquembre).

 

Los de los pies, unidos todos ellos. La cara era deforme y tenía una especie de ojo en la parte posterior de la cabeza. Su principal ilusión consistía en subirse a los trenes, así lo hacía con el consentimiento de los revisores, y bailaba y cantaba preferentemente el «Ay bele, bele, bele...! La familia dio la conformidad y los organizadores le regalaron un traje y unas alpargatas (no podía llevar zapatos). Antonio Beneyto Martínez, al que como a otros muchos le gustaba el vino tanto como a los peces estar en el agua, imitaba con gran fidelidad a los vigilantes o serenos, que ya hace años realizaban la ronda por las calles de la ciudad. Cuando iba «alegre» levantaba la voz diciendo: «Ave María Purísima, las doce (o cualquier otra hora que se le antojaba), serenooo». Sus allegados se resistían a que figurara en ella, pero ante el persistente ruego de los organizadores terminaron aceptando.

El apodo de «Sofoca Ministros» tiene su origen a que en cierta ocasión, Antonio se encontraba tomando unos vasos de vino en la taberna del «Tío Ericas». Iba a su trabajo con el burro, que había dejado atado en una reja. Su suegro era conserje del Ayuntamiento y llevaba uniforme con galones en las bocamangas. Al pasar por la taberna reconoció al asno y supuso que su yerno se encontraría allí. Entró, y al verlo, como ya eran horas de estar en el tajo le llamó la atención.

Tan destempladamente le contestó Antonio a su suegro, que el «Tío Ericas» le reprendió diciéndole: «Cállate hombre, que te pareces a un sofoca ministros».

La falla, como se aprecia en la foto, estaba compuesta, como antes se ha dicho, por un cono; sobre él un tren con el «Tapo» bailando, el revisor subiendo, y en el interior a los estraperlistas con sus mercancías; en la parte posterior, de la que no tenemos documento gráfico, «Sofoca Ministros» bebiendo inclinado sobre la cuba. La cabeza del «Tano», excelente por su perfección, fue indultada por su creador, Pepe Cortés, regalada por él al salesiano D. José María Vaquero, que atendió con especial cariño al «Tano», encontrándose hoy en poder de José Díaz García, «Pimiento», por voluntad expresa del recordado sacerdote . No hacemos referencia a la de las Peñicas, porque ya dieron cuenta de ellas P.S. Azorín en el número 28 de VILLENA, revista quincenal de Villena en facetas, y Antonio Sempere Bernal en un artículo publicado en la revista VILLENA correspondiente al año 1990. Por cierto, que la primera maqueta, según P.S. Azorín, la realizó el polifacético y recordado amigo Rafael Quilis del Sacramento.

      

Falla de Santa María 1936

(Archivo José González Pastor)

 

Tampoco a las célebres de La Encina, que se iniciaron en las fiestas del año 1962; a las que desde el año 1986, ininterrumpidamente, se plantan en la pedanía de Las Virtudes, cuyo principal artífice es Evaristo Velló Todolí, ni a las que por San losé se colocan en los patios de algunos colegios de la localidad, porque ellas solas merecen un trabajo que, obviamente, hacen imposible incluirlas en éste. Nunca sabremos si los deseos que manifiesta «EL FALLERO» se hubieran hecho realidad, de no haber comenzado poco más tarde la guerra civil. En el número 2 del semanario «Frente Popular», correspondiente al 11 de abril de 1936, se hace un encendido elogio a las fallas, de las que se dicen: «... Estas son las fiestas que se merecen los pueblos que, como Villena, se precien de cultos y progresivos». Este y otros comentarios publicados en números sucesivos del mismo periódico, quizá hubieran podido predisponer a muchos villenenses a dedicar sus esfuerzos e ilusiones a esta clase de espectáculo, y con más motivo cuando nuestras Fiestas de Moros y Cristianos atravesaban en aquellos tiempos, por una aguda crisis que amenazaba su supervivencia. No ha sido así, y mucho me temo que la excepcional fiesta de Hogueras o Fallas, nunca hubiera podido sustituir a nuestra tradicional celebración. De todas formas en ambas concurren elementos similares: arte, alegría, convivencia y fraternidad.

ATRAS